viernes, 25 de julio de 2014

العَنْقَاء

Cenizas de fénix le llovieron mientras se suspendía al filo del pentagrama. El caballero de la tormenta amanecía al eco de fa, sostenido por su aliento a absenta. Absenta que a su paso lamenta pozos y lagos de tropiezos de los que no escarmienta. Ausente en su mente, inhibe el deseo, cada vez más latente, de volver a ser fuerte. Divagó descalzo bajo lejanas hojas de marzo y aligeró el camino al ver por donde vino. Escribió sobre mojado con sangre de aquel roble deshojado. Olió la mañana en la humedad del prado sobre el que postraba lo que anoche hubiera relatado. En su boca consumió un discreto grito, aquello no era lo que creyó haber escrito. El texto sustraía lo que el caballero había inhibido: el sentirse por si mismo querido. Recuerda haberse dormido al ver un ave de rojo plumaje que pasaba inadvertido. Levantose con fuerzas el caballero, cargado de energía, sonriendo al nuevo día. Cenizas de fénix le llovieron a modo de prosa, sin métrica, ni rima ociosa.